Armónica

  En fin, lo primero de todo, pedir disculpas (hay quien dice que lo hago demasiado a menudo, pero quién sabe): no he visitado mucho a la gente estas últimas semanas, y no me queda otra que acharcarlo a una mala organización por mi parte. Pero gracias a todos los que pasen por aquí, y a ver qué pasa con el año que empieza en nada. Como se suele decir, deseo a todos salud y buenos alimentos.

Y me pongo con el resto ya mismo:

Fisgando entre las cosas que tengo por ahí, sale una armónica. Podría decir, técnicamente, que sé tocar la armónica (unas notas salen cuando soplas y otras cuando aspiras), pero mi coordinación eólica, por así decir, es penosa; cuando tuve que hacer un análisis espirométrico en una revisión de la mutua, hace ya años, soplé en vez de aspirar. 

Aún así, cuando vi que vendían armónicas baratas en ese bazar de la calle Corrida, no me pude resistir: el recuerdo de oír cantautores folk y viejos músicos de blues es bastante poderoso, y las ganas de emularlos están ahí. Muy de vez en cuando soplo un poco, sin  mucha fuerza para no dar el cante, sólo por oir un par de notas. La tengo encima de la estantería, apoyada en unos tomos de las tiras de Rip Kirby.

Sigo con la libretilla de cuero, rescatando pequeñas cosas que tengo por ahí. La armónica está colocada sobre un par de mis libretas de dibujo, apoyadas a su vez en una pila de libros. El problema de dibujar objetos pequeños es que tengo que ponerlos a cierta altura para no encorvarme demasiado al dibujar.

Esta vez he cambiado de nuevo de técnica, y he vuelto a los rotuladores: uno calibrado de 0.4 para las línas finas, y otro de punta de pincel, de Talens, para el sombreado. Como el rotulador más grueso está gastando su tinta, su acabado deja cierto parecido con el carboncillo. Afortunadamente, no ensucia tanto. Deja buen resultado, y seguramente repetiré con éste tipo de papel; pero estoy probando todo lo que puedo para obtener distintos resultados.

¡Nos vemos el año que viene!